lunes 18 de febrero de 2002

*

La cualidad de los sueños es precisamente dejarnos confundidos, quitarnos la seguridad aparente que tenemos en la vida diurna.
Y el sueño que queda sin completarse cuando nos levantamos nos ronda como si fuera un clima, como si fuera una película que vimos ayer.
Y cuando hay un problema serio en ese sueño y nos despertamos, nos sentimos a salvo, del lado de acá. Y es inexplicable, pero nos sentimos a salvo.
Y también sucede que se sueñan esas cosas extrañas, vivir en construcciones imposibles y en situaciones imposibles, y despertar y recordar que venimos soñando eso mismo más de una vez.
Y soñar con cosas que ocurrieron, como si nunca hubieran ocurrido, y con cosas que nunca habrán de ocurrir.

*

Y una de las cosas que más distorsión sufren en los sueños es nuestra idea habitual del tiempo.
Que es habitual por comodidad y repetición, pero que no es la única posible.
Y hay un hermoso libro, Historia del tiempo, de Stephen Hawking, en el cual hasta un tipo como yo puede llegar a comprender, por lo bien desarrollada y explicada que está, la teoría de la relatividad de Einstein.
Pero ese libro es interesante además, porque el autor padece una enfermedad invalidante progresiva, y va contando el desarrollo de su vida, incluyendo su vida matrimonial y científica, con una perfecta naturalidad, relacionando sus logros y eventos significativos, con los sucesivos agravamientos de su salud.
Y lo hace con una serenidad de la cual debiéramos tomar nota si nos desanimamos cuando tuvimos alguna dificultad bastante menor que las que él ha tenido.
Es muy interesante ese libro porque cuenta que en colaboración con Poincaré, Hawking ideó la teoría del Big Bang, la gran explosión que dio origen a este universo en el que estamos conversando.
Y allí cuenta cómo, y por qué razones, después cambió de opinión, y ya no tuvo forma de convencer a los otros de su cambio de opinión, de tan convencidos que habían quedado de la teoría del Big Bang.
A tal punto ocurre esto, que popularmente nadie conoce cómo debe verse eso del origen del universo, según Hawking, a menos que se lea ese lindo libro.
Que está escrito tan, pero tan fácil de entender, que es estimulante, porque comprendiendo por primera vez cosas tan grandiosas, y normalmente reservadas a los científicos, uno se siente mucho más inteligente de lo que realmente es.

*

Es muy lindo el comentario de Hawking en el prólogo de la segunda edición, en el que manifiesta que está asombrado de que su libro haya vendido la misma cantidad de copias que el libro de Madonna.

*

Cuando tenemos la fortuna de tocar alguna dimensión extraordinaria en la vida de todos los días, la vida diurna pasa a tener características muy propias del sueño, y ya no se sabe bien, de qué lado estamos, y qué cosa se puede describir como realidad y qué cosa no.
Esta experiencia que voy a contar me sirvió para animarme a pensar raro, porque la tuve, y la confirmé. Y porque pensar raro es bien interesante, y no es tan aburrido como pensar monocromo o no pensar.
Íbamos en bicicleta mi hijo mayor y yo, por un camino de tierra en la zona próxima al delta del Río Paraná, en la Provincia de Buenos Aires, Argentina, zona conocida como el Tigre, así de raro como suena.
Mi hijo tenía entonces cinco años, iba en su asiento de madera y metal delante mío, entre el manubrio y yo, y era un paseo tranquilo en una mañana de sol, en un camino desierto, cuando la bicicleta se clavó de pronto y salimos los dos volando hacia adelante.
Yo iba volando sobre él, y con todo el tiempo del mundo pensaba cómo podía hacer para no caerle encima, y además, pensaba cómo protegerlo del golpe al caer a tierra.
Conseguí en ese período colocarme de costado mientras estábamos cayendo de esa manera, y llegar al piso antes que él, al costado de él. un poco abajo de él, y amortiguar su caída, y evitar que se golpeara.
Y lo más interesante fue que todo ocurría como en cámara lenta, o como son los movimientos dentro del agua, o, después pensé, como si yo estuviera pensando y obrando a altísima velocidad, y me sobrara largamente tiempo para todo.
El hecho es que no pasó nada, no nos lastimamos. Volvimos a subir a la bicicleta y continuamos nuestro viaje, y yo estaba preguntándome qué podía haber pasado, porque había revisado toda la bicicleta y no había encontrado el menor indicio de que hubiera alguna causa para que la bicicleta frenara de golpe de ese modo.
Y entonces no tuve mejor idea que pensar, "no comprendo, si solamente hice así" y moví el manubrio (manillar) de la bicicleta de la misma forma que lo había hecho antes, y volamos los dos de vuelta, y todo ocurrió exactamente, de nuevo, hasta en los más mínimos detalles.
No viene muy al caso pero no quiero dejarlo en el misterio. El asunto es que llevaba una bolsa con una herramienta, y cuando movía el manubrio con vaivén, la herramienta trababa los rayos de la rueda delantera.