sábado 13 de diciembre de 2003

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no hay que pensarlo mucho antes de acercarse con largavistas a la ventana del primer piso para ver al planeta Mercurio al atardecer, uno de los pocos días en los que el sol no está cerca de él para encandilarlo a uno;
un segundo después la vecina de la planta baja sale al patio y uno abandona la observación, no porque la vecina sea hermosa y crea que la estamos espiando, sino porque es como es, y quizás crea que ella, en su patio, sería lo único de interés para ver en todo el universo visible