sábado 1 de junio de 2002

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Hablaban del museo de Van Gogh dos personas muy distintas que habían estado allí en distintos tiempos, en distintos momentos de sus respectivas vidas.

Dos personas muy distintas que muchos años después se transmitían el mismo sentimiento de haber tocado algo, la misma cosa, algo muy grande y excepcional, y se expresaban como si estuvieran hablando de algo objetivo que existe en el mundo real y hablaban de eso como si estuvieran allí, como si lo estuvieran viendo ahora.

Yo pensé que quizás si en algún momento me fuera posible ir a Amsterdam, podría entrar allí y encontrarme con eso.

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Cuando se explica el arte puede quedar afuera todo lo que tiene de inexplicable.

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Cuando se alaba la imaginación del artista puede omitirse todo lo que el artista está expresando acerca de lo inimaginable.

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Todos tenemos parentesco con esos genios, aunque lo sepamos bien lejano.

Advertir esto es permitirse la entrada a ese mundo y es también una forma de no dejarlos tan solos y tan lejos.