domingo 11 de enero de 2004

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cuando alguien le dice al dueño de la empresa: "no sé si voy a seguir trabajando aquí", quizás lo calme, pero lo más seguro es que tendrá que ir buscándose otra cosa más o menos apurado;
algo parecido a eso pasa si uno le dice al dueño de la casa que alquila que está pensando en irse a otro lado; quizás mejore un poco las cosas en lo inmediato, pero tendrá que pensar en irse en algún momento de allí;
muchas veces en las situaciones donde se anuncia, convencido o no, que uno se irá, lo que sucede es que se ha puesto en marcha un declive hacia la salida, la salida de uno o la del otro, sin ninguna mala intención de nadie, sólo porque opera la fuerza imparable de esa declaración;
sólo porque antes de eso opera la fuerza imparable del pequeño pensamiento que hay allá abajo, en el fondo de las palabras, y que por sí mismo, puede estar empujando para hacerse acción