lunes 25 de febrero de 2002

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La amistad puede sobrevivir a la falta de contacto frecuente.
La relación entre hermanos y con los padres puede sobrevivir a la falta de contacto frecuente.
Yo no sí si el amor puede sobrevivir a la falta de contacto frecuente, y si puede sobrevivir al contacto muy frecuente.

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Hablar de cosas postergadas es hablar de un tema bien presente, nada postergado.
Porque postergamos cosas todo el tiempo. Cosas que queremos hacer y que queremos tener. Y también cosas que quisiéramos terminar.
Y no las hacemos porque no nos animamos, o porque todavía el tiempo de eso no ha llegado.

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Conocí a un señor que me decía:
para que nazca un pollito hay que esperar veintiún días completos, y por más que uno empuje y se impaciente, antes no puede tener ese pollito.

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Y respecto de todos los eventos que exigen de alguna espera, Rubén, mi hermano, me contó que una vez se encontró solo, en el medio de la inmensidad del campo, al costado de un abandonado camino rural, desesperando bajo el sol de que alguien lo llevara a alguna parte, porque no había absolutamente nada allí, y porque tampoco pasaba nadie.
Y en el medio de su desesperación tuvo este pensamiento: es imposible, aunque yo quisiera, que me quede aquí para toda la vida.
Y ese raro pensamiento fue seguido por este otro: mejor aprovecho esto, porque nunca más volveré por aquí.
Y tomó contacto con la paz, los perfumes, los sonidos, los pájaros, las flores, los árboles y la belleza del lugar, y me contó que cuando se quiso acordar, estaba a dos cuadras de su casa, y su viaje había terminado.

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Con ese relato y con otras razones que ahora no vienen al caso, Rubén me convenció en su momento de comprar la notebook que me brindó una compañía de lujo, muchas veces la única que tuve, hasta que por esas cosas de la vida, cambiaron los vientos.
Y ahora él se la va a llevar en su viaje a Europa, y espero que le dé a él la misma calidad de ayuda, apoyo y compañía que me dió a mí en un viaje de tres largos años.

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Con ese relato me expresó Rubén que no podemos olvidar el presente, pero el presente no es una cosa que deba recalcarse.
Porque nos están pasando cosas todo el tiempo y porque es realmente imposible, aunque quisiéramos, que las cosas que suceden ahora, buenas o malas, sigan igual para siempre.

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Entonces, entre el presente de imposibilidad que podamos tener ahora y el futuro que ya está allí, aunque no podamos verlo, podemos tender un puente, puede perfectamente ser una notebook, o una actividad cualquiera.
Algo que nos ayude a sobrevivir en el período intemedio.
El puente puede ser también ponerse a estudiar alguna cosa, o cantar en un coro, o poner dedicación en alguna empresa que cualquiera que no sepa pueda considerar un asunto menor, eso no importa.
Cualquier cosa puede llegar a ayudar a esperar como si uno no estuviera esperando.
Y mientras tanto, en cualquier momento, ¿porqué no? también puede aparecer el Séptimo de Caballería en nuestra ayuda, como en las películas del oeste.

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Postergamos también cuando hacemos algo y no lo llevamos hasta el final.
Me parece que así la misma acción queda como si nunca hubiera existido del todo.
Y no deja lugar vacío para que ocurra lo próximo, lo que sigue, bueno o malo, necesario para que el espectáculo pueda continuar.
Me parece a mí que la cosa no quedará terminada hasta que no hayamos limpiado hasta los últimos restos de la acción.
Limpiar los rastros puede querer decir limpiar la cocina, hacer la cama a la mañana, decir adiós a alguien, o renunciar definitivamente a alguna cosa.

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Dijo Epicuro:

Nada produce tanto regocijo como el no cumplir muchos cometidos ni emprender asuntos engorrosos ni violentar nuestra capacidad más allá de sus fuerzas, pues todo esto provoca perturbaciones en nuestra naturaleza.

Y también dijo:

Téngase presente sólo el cuadrifármaco:

dios no se ha de temer, la muerte es insensible, el bien es fácil de procurar, el mal es fácil de soportar.

Pensamientos de Epicuro, expuestos con especial mérito por Carlos García Gual en La Felicidad, Epicuro, Editorial Debate.

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Soñar con un hombre de siete centímetros puede ser natural en el sueño.

Así como puede verse natural soñar en la misma noche con un sobre con bastante dinero, en una época en la que, en la vida diaria, no se lo ve.

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Cuál es el grado de sincronicidad (cuando dos eventos se dan al mismo tiempo) que tiene que aceptar el universo para que en el preciso momento en que uno está pensando cómo hacer para matar esa cucaracha que apareció sobre la ropa, sin que se manche la ropa, salte el fusible de la electricidad y la casa quede completamente a oscuras.

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Contó Andy Warhol en Mi filosofía de A a B y de B a A, Editorial Tusquets, esta otra historia de cucarachas y también de sincronicidad.

Lo que mejor recuerdo de aquellos tiempos, aparte de las largas horas de trabajo, son las cucarachas. Todos los apartamentos en que estuve estaban llenos. Jamás olvidaré la humillación del día en que llevé mi carpeta al despacho de Carmel Snow en el Harper's Bazaar y, al abrirla, saltó una cucaracha y bajó por la pata de la mesa.

Le dí tanta lástima que me dió un trabajo.