jueves 29 de enero de 2004

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querer correr a un colectivo y tomarlo de apuro en cualquier parte, mientras está parado en una esquina con la puerta cerrada esperando que cambie el semáforo rojo, expone a que el chofer arranque como si no nos viera, a que nos diga que no con la cabeza, o a que nos abra, incumpliendo todas las normas, y poniendo en peligro al aspirante a pasajero y a todos los demás; y esto último es precisamente lo que uno agradece