martes 26 de febrero de 2002

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El problema de escribir diariamente en lugares como éste es que empiezan a quedar en los archivos del sitio muchas de esas cosas que antes uno iba diciendo en las conversaciones privadas.

Sucede entonces que cuando ahora estamos conversando apaciblemente con alguien, recordamos que eso que queremos decir coincide (no es raro) con algo que ya está publicado.

Entonces aparece la tentación de citarse uno mismo, como si fuera famoso, o como si uno ya estuviera muerto.

Es terrible. Estoy tratando, con algún éxito, de no incurrir en eso.

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Escribía con guantes de fregar o de asesinar o de forense

para no limpiar el teclado/ratón, que estaba pegajoso de

tanto darle y tanto fumarle, o quizá supuraban algún dolor

que aflige a los plásticos y otros hardwares.

Todo esto decía en el sitio de Mariano Gistaín en el día de ayer.

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Este sitio dio en llamarse nadakedecir* por una circunstancia más bien fortuita, si es que la vida tiene circunstancias fortuitas, lo que no es nada seguro, en mi opinión.

Nadakedecir le puso como subject o asunto a un correo un señor cuyo nombre de guerra es lukano, y a quien no tengo el gusto de conocer personalmente, a pesar de vivir en la misma ciudad.

Este hombre en su momento me hizo conocer la existencia de un filósofo de nombre Epicteto, y en otro momento, me recomendó el libro de Carlos García Gual, La secta del perro, vida de los filósofos cínicos.

Para mi hermano Rubén, lukano es un hombre de existencia visible, porque me dice que ha tratado con él personalmente.

Pero para mí, lukano ha sido poco menos que un espíritu, que apareció en momentos muy especiales de mi vida por el correo electrónico, para dejarme esas pistas sobre pensamiento universal que hasta hoy le estoy agradeciendo.

Además de agradecerle el nombre para este sitio, que le he tomado prestado del subject de su correo, por supuesto que sin su permiso.

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También se llama nadakedecir*, porque cada vez que me toca pensar en la edición del día, siempre me parece que la hoja quedará en blanco, hasta que algo sucede de pronto, y aparecen las cosas que se publicarán, y aparecen en forma bastante inexplicable.

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Y también se llama nadakedecir* porque una vez publicado, tengo ese sentimiento de que no me ha quedado nada más que decir para siempre jamás a nadie, que ya ha sido todo dicho, que no tiene importancia ninguna cosa que a uno pudiera ocurrírsele para agregar a todo lo que ha sido dicho en toda la historia de la humanidad, que estamos en paz, que podemos cerrar la puerta, irnos, decir adiós.