domingo 2 de junio de 2002

*

La gente supone que un veterinario no debe sentir ningún temor, por ejemplo, ante un perrazo.

Esa señora estaba sorprendida y le dijo al veterinario: ¡no me va a decir que le tiene miedo a mi perro!

Mire señora, a su perro, si estuviera solo, le tendría miedo, pero al verlo acompañado por usted, le tengo terror.

*

Eso que sonó tan divertido en el momento en que él lo contaba, tuvo además su explicación, porque nunca falta quien pida la explicación.

Así fue que este veterinario contestó que el miedo se explicaba porque era un perrazo de 80 ks con ánimo de pocos amigos y el terror se explicaba porque estaba acompañado por una señora de 82 años de poco carácter, incapaz de dominarlo si al perro se le ocurría, por ejemplo, comerse a ese veterinario.

*

Este hombre, según el miedo que tenga, la gravedad de las situaciones y su estado de ánimo del momento, tiene una variedad de respuestas para cuando le preguntan cómo es posible que siendo veterinario le tenga miedo a un perro.

Algunos ejemplos:

soy veterinario, no domador de circo.

lo que pasa que eso no es un perro, es una máquina de picar carne.

en los casos más extremos dice: soy veterinario, no pelotudo. (este último término no se encontrá en el diccionario, y puede ser traducido como alguien extremadamente, insalvablemente, insuperablemente idiota, tonto, imbécil, esa clase de gente).

*

Los mundos no son el mismo mundo.

Cuando desapareció un día la gata de la casa, ella se apenó porque la extrañaba, después de tantos años de convivencia, y además porque suponía que la gata iba a echar de menos las comodidades y los cuidados que tenía en la casa.

Y él dijo que le parecía que la gata estaría disfrutando de una emocionante libertad en el ancho mundo por primera vez en su vida.