viernes 9 de agosto de 2002

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Las cajas de velocidades se utilizan para distribuir adecuadamente la fuerza y la velocidad de los motores de los automóviles según las necesidades de la marcha y las circunstancias.

Cuando me enseñaban a conducir, o a manejar, como decimos por aquí, quien me enseñó, se tomó el trabajo de dibujar los engranajes de la caja de cambios y de explicarme el porqué de cada marcha, y el equilibrio que se producía entre fuerza y velocidad:

a mayor fuerza en el primer engranaje (aquí le decimos «la primera», ¡sabe Dios cómo se dirá en el resto del mundo de habla hispana!), menor velocidad, y luego, la velocidad iba aumentando a expensas de la fuerza, que disminuía correlativamente en los siguientes engranajes.

Finalmente comprendí que aunque las personas para nada son como los automóviles, el balance de las habilidades y facilidades complementarias de las personas en el curso de sus vidas se comportaría en una forma un tanto similar.

Entonces, pudiera ser que con el paso de los años algunas fuerzas y algunas habilidades disminuyeran, mientras irían creciendo otras fuerzas y habilidades complementarias, si es que hemos hecho todo lo necesario, lo posible, y si es que hemos tenido algo de suerte, que sería como el ingrediente divino, o profano, según se mire.

¿Y si sentimos que no fue asi?, entonces recomendaría confiar en el buen criterio del guionista.

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Todo lo que sigue ha sido tomado del libro Los Griegos, de H. D. F. Kitto, Editorial Universitaria de Buenos Aires, EUDEBA.

Incluso ante los dioses oraba el griego erguido como un hombre, aunque conocía tan bien como cualquiera las diferencias entre lo divino y lo humano. Sabía que no era un dios, pero tenía por lo menos, conciencia de ser hombre.

No he querido idealizar, aunque me refiero más a los grandes hombres que a los pequeños y trato preferentemente con los filósofos y no con los pícaros. Los panoramas deben divisarse desde las cumbres; los bribones, por lo demás, son casi iguales en todas partes, si bien en la índole del pícaro griego la dosis de malignidad parece haber sido superior a la de estupidez.

En los libros sobre civilizaciones pretéritas suele darse al arte un espacio excesivo. Ello se debe a dos razones. En primer lugar, es más fácil fotografiar un templo o una pintura que un credo moral o una filosofía política; y en segundo lugar, muchos pueblos han sido desarticulados en todo, menos en su arte.