domingo 24 de marzo de 2002

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En la Argentina tenemos una expresión que se utiliza cuando uno logra hacer algo largamente apreciado y esperado, y decimos que es el sueño del pibe.

Pibe: niño, infante, crío, botija, gurí.

Y yo dije el sueño del pibe, cuando conseguí estar escribiendo esto otra vez bajo Linux, en mi propia máquina (ordenador, computador, computadora), y parecerá poco pero para mí es lo máximo.

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Y a decir verdad, también pensé de mí, como citaba a Bergman ayer: "Joder, qué talento, creo que soy un genio", cuando finalmente ayer a la noche conseguí hacer andar todo sin saber bien cómo, después de un par de días con mensajes de "no hay disco", y otros terribles como ése, solo negándome a reinstalar y a abandonar, solamente con eso, tocando la configuración por acá y por allá y conectando y desconectando alguna que otra cosa.

Creo que las mejores satisfacciones que te da la computación es cuando todo anda pésimo, si es que después todo termina bien.

Y sin saber, lo cual habla de una hermosa igualdad de oportunidades.

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Prestando atención en la biblioteca, se aprecia que cada persona hace un ruido particular al caminar, revelando las características de su calzado y también las características de su persona.

Es imposible no darse cuenta que es la jefa de la biblioteca quien entra, primero, porque sus pasos son inconfundibles por su marcialidad manifiesta. Y porque sus movimientos son agitados y enérgicos, como diciendo yo estoy aquí.

Y para que quede claro que ella está allí, hace varias entradas y salidas triunfales, todos los días.

Y después de todo eso da sus opiniones a viva voz y muy largamente sobre distintas cosas que adivino sin ninguna importancia para quienes vamos a leer allí.

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Nunca supe si abrazarse y besarse en público con la pareja es algo positivo o no.

Me refiero por supuesto no a los propios interesados sino a los que miran.

Y como entre los que miran estamos todos, estará quien se alegre por ver la felicidad del prójimo, el que se entristezca por recordar su soledad, su limitación o su pérdida, o quien se sienta afectado por llevar de la mano un niño o una niña, y piense que se trata de un espectáculo indebido para ellos.

Ver gente besándose y abrazándose en público puede afectar en general, y causarles involuntariamente tristeza o desasosiego, especialmente a quienes por una u otra razón, teniendo pareja, no pueden mostrarse con ella en público, o no pueden expresarle sus sentimientos en público, sea por limitaciones derivadas de sus situaciones personales, o por tratarse de relaciones en conflicto con las convenciones sociales prevalecientes.

Por esas razones seguiré sin saber si abrazarse y besarse en público es algo positivo o no, desde el punto de vista de la discriminación implícita.

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Ingmar Bergman. La linterna mágica. Memorias. Tusquets.

Era la misma mierda de profesores y la misma mierda de estudios memorísticos en los dos sitios.

Hay imágenes en movimiento con sonido y luz que nunca abandonan los proyectores del alma sino que siguen pasando y pasando toda la vida, como una cinta sin fin, con la misma precisión, la misma nitidez objetiva. Es únicamente propio del conocimiento lo que va adentrándose, implacable e incesantemente, hasta la verdad.

Ingmar Bergman. Memorias.

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Aceptando que hay preguntas que no tendrán las respuestas.