jueves 29 de agosto de 2002

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Todos los textos que se incluyen a continuación fueron tomados de H. D. F. Kitto, Los Griegos. Editorial Universitaria de Buenos Aires, EUDEBA.

… contemplaremos una lápida. Fue encontrada en Acarnea, la montañosa región de Atica de donde procedía el carbón vegetal y recuerda (probablemente) a un ex esclavo. Está escrita en prosa llana, salvo el rasgo literario (y métrico) del epíteto homérico referido a Atenas.

Este hermoso monumento indica la tumba de Mannes el hijo de Orimas. Era el mejor frigio en la Atenas de las espaciosas pistas de baile. Y por Zeus que nunca vi un talador mejor que yo. Fue muerto en la guerra.

En las novelas policiales se da a menudo un punto en el que el detective está en conocimiento de los hechos, y ve que ellos llevan a una sola conclusión. No hay ninguna duda…Sólo que todavía faltan diez capítulos para terminar el libro. En este caso el detective tiene una vaga ansiedad; todo encaja perfectamente, sin embargo parece lo contrario: debe haber algo, en alguna parte, que todavía no ha sido descubierto.

Pero si decimos que porque otorgamos a la mujer el voto, somos más cultos y corteses (con ellas) que el ateniense, afirmamos un disparate.

La pobreza, por supuesto es lamentada. Simplemente porque impide que el hombre pueda ayudar a los amigos como él desearía.

La doctrina del punto medio es creación griega, pero esto no debe hacernos pensar que el griego era un hombre que no tenía conciencia de sus pasiones, un hombre equilibrado, anestésico, moderado. Por el contrario, valoraba tanto la Medida porque era propenso a todos los extremos.

…Cuando hablaba de la Medida, no estaba muy lejos de su mente la cuerda templada. La Medida no implicaba ausencia de tensión y carencia de entusiasmo, sino la tensión correcta que profiere la nota justa y nítida.

Pericles regresaba de una reunión cierta noche, escoltado por uno de sus esclavos con una antorcha, y seguido por un hombre que gritaba y que lo insultó durante todo el trayecto. Pericles ni se dio por enterado, pero al llegar a su residencia se volvió al esclavo y le dijo:

Acompaña a este señor hasta su casa.

H. D. F. Kitto