martes 26 de marzo de 2002

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Me recorría una vaga inquietud al pasar delante de esos señores que se juegan la vida trasladando dinero ajeno.

No sabía explicarme la sensación, pero la atribuía a la posibilidad de estar allí en el momento menos oportuno, si se les daba justo por caer a asaltar el lugar.

El otro día ví las miradas y me di cuenta de que esta gente, te mira como objetivo, te ve acercarte y alejarte midiéndote y sacando conclusiones.

Y por supuesto con plena disposición de matarte en el acto si lo considerase mínimamente necesario.

Lo que descubrí que me causa una difusa inquietud al pasar delante de ellos.

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Caminando por las calles se encuentran las obras que se hacen en la vía pública, y uno se alegra en medio de la crisis viendo que se siguen haciendo obras.

Y fue que en una esquina me pareció advertir muy claramente qué era lo que estaban arreglando, porque se notaba un fuerte olor a gas.

Pero cuando me alejé unos metros percibí que los carteles indicaban obras, pero de la empresa de agua corriente.

Y varias horas después, mientras escribo esto, pienso lo que son las cosas.

Lo que al principio me pareció una buena noticia, quizás fuera doblemente mala, pues tal vez esa gente no sólo no encontró la forma de reparar la cañería del agua, sino que además en sus vanos intentos, pudo haber roto el caño del gas.

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Ver nacer a los hijos ha sido un derecho desde siempre para las madres, con las excepciones de la anestesia general, en los casos que se decide así.

Pero para los padres varones, es un vaivén, dependiendo del criterio de la institución que se ocupe del parto, de las modas, y de las costumbres y usos sociales.

Y yo nunca supe si para un padre ver nacer a su hijo es algo que le aporta a la madre, al hijo, o a él mismo.

Lo que puedo decir con toda seguridad es que estar ahí en esos momentos casi te da un terrible desmayo.

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Mi madre encontró la forma de pasarle mensajes a mi hermana, a través mío.

Me dice, por ejemplo: no le quiero decir a tu hermana que tengo una infección en el pie, porque ella tiene muchos problemas.

A mí un poco me cansaba ese tema de los avisos indirectos, y por eso decidí no retransmitirlos, pero, en el fondo, se trataba siempre de cosas interesantes que seguramente a mi hermana le podría ser útil conocer a tiempo.

Acabo de resolver el problema poniéndolo aquí, si es el caso que mi hermana lea estas cosas, como dice que las lee.

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Con ese asunto de la infección en el pie y la falta de conocimiento de mi hermana, se dio una secuencia de acciones típica, pero en un circuito no habitual.

Salimos por así decirlo, del circuito del primer mundo, que sería, la pedicura para el tema del pie, el médico para el tema de la infección y el medicamento para el tema del tratamiento, y no se si me estaré olvidando de alguna de las otras cosas que se compran con el dinero.

Al no llegar a enterarse mi hermana, una vecina le dio un tratamiento con una plantita de aloe vera, que dice mi madre que es buenísimo para esas lesiones.

No sé que estará pasando con esa infección, es cierto, pero mi madre revaloriza su amistad con la vecina, y ya le pidió una plantita para ella, lo que involucra jardinería y la paz de espíritu consiguiente.

Y también pensé que mientras uno se ocupa de la pequeña lesión en un pie, no presta tanta atención a las noticias de la tele, lo que también es bueno.

Es cierto que toda la situación encuadra en una modalidad un tanto alejada de los circuitos profesionales y de consumo, pero quizás nos esté reservado un poco de todo eso de ahora en adelante, y entonces trataremos de ir viéndole el lado bueno, que seguramente lo tendrá.

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Si fueran ciertas las estadísticas, las ganancias mayores en el mundo se las llevan la fabricación de armas, medicamentos y cosméticos, no sé en qué orden. Y mi madre con su modesta abstinencia del antibiótico, acaba de alterar en forma insignificante pero no por eso menos real, el equilibrio entre las respectivas ganancias de todos esos magnates.

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Este lugar ha sido reservado para recordar la existencia de las personas que se mueven al revés del sentido de circulación de las calles y avenidas, casi siempre en bicicletas y en motos. También incluyo a los que van en bicicletas y en motos por las veredas. Y también a los que andan sin luces de noche por las calles y caminos, en los más distintos vehículos.

Y pienso en que estas gentes usan su libertad en esa suerte de ruleta rusa, y no estaría tan mal, si no diera tanta pena por lo inútil del sacrificio.

Pienso además en los otros, en los que haciendo todo correctamente, se encuentran metidos en un accidente que les cuesta la propia vida o lesiones. O simplemente que tienen que cargar para siempre con la imagen del accidente que le cuesta la vida al otro, aunque sea por la culpa exclusiva del otro.

Y estos accidentes, con los que uno se encuentra solamente por estar en el lugar y en el momento para ello, dan una verdadera imagen de lo que sería el más ciego y misterioso destino, del que quizás, finalmente, no nos esté dado escapar ni comprender.