miércoles 9 de enero de 2002

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Los trasplantes de órganos son un problema para los que los necesitan, y para los que estarían en posición de donarlos. Me gustaría que se aclarara suficientemente que la voluntad de donación pudiera estar acotada para resguardar debidamente la vida del donante, (para no darlo por muerto antes de su hora), para preservar la gratuidad del trasplante a efectuarse con esos órganos, o si el trasplante fuera cobrado muy caro a alguien con mucho dinero o a una institución, para que se garantizara algún tipo de retribución de parte de esas importantísimas sumas, a las fundaciones o emprendimientos que provean trasplantes a pacientes sin cobertura médica. (Sólo un ejemplo: no sé cómo estarán los honorarios ahora, pero un trasplante de hígado se podía facturar hace unos años en la Argentina a la seguridad social alrededor de 70.000 dólares).