jueves 3 de enero de 2002

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El maestro de artes marciales sostiene que durante la práctica se debe evitar hablar con el compañero y darle consejos. Que si alguien es cinturón negro puede hacerlo, pero que es mejor limitarlo a lo mínimo, y si es posible, evitarlo del todo. Yo he visto que cuanto más graduado y maduro es el profesor, menos interviene para dar indicaciones de ninguna clase.

Aunque resulte sorprendente, se puede observar a los profesores con muchísimos años de práctica, los más antiguos y experimentados, observando con toda su atención cada cosa que la gente hace, y a veces se los ve ensayando para sí abstraídos en el medio de una clase repleta de gente, un movimiento que ven hacer de cierta manera, o ejecutando algo que recordaron, asociaron, o les vino a la mente. O sea, que, aunque parezca raro, milagroso, estimo que están aprendiendo. (¿aprendiendo de los que menos saben?, ¿sería posible eso?)

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Una cosa muy interesante también es advertir que los menos versados en un arte prestan atención a detalles finos que a algunos más experimentados que ellos se les escapan. Es que la mirada del principiante es muy alerta.

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La experiencia nos aleja de los peligros reales, y también de los imaginarios. Y entonces, la experiencia no siempre aconseja bien. En especial cuando transitamos un mundo sin antecedentes. Sabiendo esto quizás prestemos atención a cualquier persona, para ver lo que tiene para expresar, en especial a las que aparentemente menos equipadas pudieran estar para decirnos algo nuevo. Precisamente porque esa es la gente que da las sorpresas.