miércoles 26 de diciembre de 2001

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Cualquiera que se largue a escribir en un lugar como este puede sentirse un poco en una situación que se parecería mucho a la de quienes hicieron documentos o monumentos con inscripciones que fueron enterrados por años o por siglos, o se parece un poco, salvando las siderales distancias, a la empresa de poner ese disco que se mandó en la nave Voyager, dirigida a más allá del sistema solar. Eso sería: algo así, hacerlo porque sí, y ponerlo en Internet, como quien pone un mensaje en una botella y la deja despacito en la orilla del mar. Para nada. Solamente porque tiene que hacerlo.