viernes 14 de diciembre de 2001

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Saber aceptar como tales los milagros que nos suceden, y ser agradecidos cuando ocurren, puede ser indicio no de candidez insanable como puede creerse, sino de considerarse apto para merecerlos, y como consecuencia de ello, para merecer una vida significativa e iluminada por algunos sucesos bien extraordinarios.