miércoles 28 de noviembre de 2001

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según un testimonio recogido por Epicteto… decía Diógenes que: Desde que me liberó Antístenes, jamás fui esclavo. Y comenta Epicteto: ¿Cómo le liberó?, escucha lo que dice:
Me enseñó las cosas que son mías y las que no son mías. Lo poseído no es mío: parientes, familiares, amigos, fama, lugares habituales, modo de vida, todo eso no son sino cosas ajenas. ¿Qué es entonces tuyo? El uso de las representaciones imaginativas. Ese me mostró que lo poseo como algo inevitable e inviolable. Nadie puede impedirme, nadie puede forzarme a usar mi imaginación sino como quiero.

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Como indicaba E. Schwartz, el ideal de una existencia sin necesidades, que en tiempos de Diógenes pudo parecer una originalidad, adquirió una terrible eficiencia cuando las guerras de los Diádocos, con sus catástrofes destructoras, cayeron sobre las ciudades helénicas, y nadie estuvo ya seguro de que una buena mañana no se encontraría en el caso de acogerse a una vida de perro, de la que antes se había mofado. La doctrina de la indestructible libertad del individuo, que una generación antes todavía era una paradoja, convirtióse ahora en un consuelo, que para muchos helenos no era paradójico ni trivial. Carlos García Gual.