martes 2 de abril de 2002

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La computación enseña que a veces las cosas se arruinan solas y se arreglan solas.

A veces solamente reiniciar la máquina basta para hacer andar una cosa que no se comporta como se espera.

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En la intención de arreglar algo podemos desarreglar efectivamente algo que en realidad está bien, sin que uno lo sepa.

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Lo que está próximo a arreglarse presenta muchas veces un aspecto bastante poco atractivo, se ve más caótico que de costumbre.

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No hay forma de poner orden que no sea desordenando primero, como parte de la misma tarea de ordenar.

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Para quien haya terminado armando alguna vez el llamado cubo mágico o cubo de Rubyk, sabrá que un par de movimientos antes de completar el armado de todas las caras el conjunto parece completamente desordenado.

También habrá advertido quien lo haya armado que en el transcurso de hacerlo deben desarmarse desconsideradamente y sin ningún escrúpulo muchos órdenes que en realidad son sólo aparentes.

Quienes no lo hayan armado pueden ver esto tomando un cubo armado, haciendo dos movimientos al azar, y apreciando lo desordenado que parece, estando tan cerca del orden completo.

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Tener algo ordenado puede también fastidiar un poco, que es lo que sucede, por ejemplo, con el cubo mágico, justamente, y es lo que sucede también con cualquier juego complicado de computación que se complete.

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Con la perfección nada puede hacerse.

Joseph Campbell.

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Si es un buen recurso para hacer experiencia tomar un trabajo no rentado, también es cierto que se crean y sostienen modalidades que difícilmente podrán revertirse después de instaladas socialmente.

Algunas empresas creen que hacen negocios omitiendo la formación de recursos técnicos estables y rotando personal ad-honorem.

Pero los cálculos empresarios que omiten el desarrollo de las relaciones humanas y profesionales de valor quizás omitan también ganancias que se miden y no se miden en dinero para todos los implicados.

Incluyendo por supuesto a los grandes olvidados de estas historias:

la calidad del producto y el respeto por los intereses de los usuarios.

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No se podría caminar, ni andar en bicicleta, cosas incomprensibles de por sí, sin esa serena confianza, sin esa serena convicción que cada vez ponemos en la acción.

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Joseph Campbell:

Cuando Dante salió del Purgatorio, bebió del río donde todos sus pecados fueron lavados de su memoria.

El primer río del que había bebido le había perdonado todo sus pecados, pero eso no era suficiente, porque todavía le faltaba olvidarlos.

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Buscar ubicarse siempre en los lugares habituales, da una cierta familiaridad, lo hace sentirse a uno como en su casa, así sea en el lugar donde desarrolla alguna actividad profesional, o en un lugar público.

Y cuanto más cambiemos nuestros lugares y nuestros hábitos, con nuestra voluntad o sin ella, más recordaremos nuestra impermanencia básica.

Esto, hasta llegar a sentirnos en la propia casa en la misma impermanencia.

Entonces quizás sea posible en algún momento sentir en medio del caos alguna serena confianza en la dirección de los propios actos y en la dirección de los acontecimientos.