martes 25 de octubre de 2011

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Anatema, Neal Stephenson, Ediciones B Grupo Zeta
Yo lo veía por el visor de un traje hermético. En el asiento de al lado había una maleta naranja que respiraba y palpitaba como un torso, matando lo que saliese de mí. Los (…) convocados (…) eran demasiado importantes para infectarse con gérmenes (…) así que yo viviría en una burbuja hasta nuevo aviso. Eso no tenía sentido. ¿Porqué llevarme a Tredegarh si existía el más mínimo riesgo? En ningún diálogo entre personas racionales hubiese podido llegarse a la conclusión de que yo debía ser llevado allí… pero sólo con un traje hermético.
Pero, como había dicho Orolo, el Convox era un instrumento político, y se tomaban decisiones por compromiso. Y sucedía continuamente que, entre dos alternativas perfectamente racionales, llegar a un compromiso era hacer algo que no tenía el más mínimo sentido.