domingo 7 de abril de 2002

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Él escuchaba lo que ella decía sobre unos dolores agudos y le causó gracia cuando ella le preguntó:

¿a vos nunca te duelen los ovarios?

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Se puede vivir sin reloj, perfectamente, aunque hay personas que circulan sin reloj por la vida, porque se sienten libres de los horarios, pero a cada rato preguntan a quienes tienen cerca qué hora es, o qué día es.

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Que es como no comprar cigarrillos para no tener la tentación de fumar, para terminar pidiéndole cigarrillos a todo el mundo.

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Recuerdo todavía a una de mis abuelas como si la estuviera viendo, vestida de negro, sentada en una silla, apoyando una mano sobre la otra sobre su falda, mientras hacía girar sus pulgares uno alrededor del otro.

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Es la abuela que poco antes de morir decía que estaba muy cansada.

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Parece una manía de los presidentes y personas que detentan cierta autoridad en estos países salir del paso diciendo que se aumentarán las penas a ciertos delitos sólo porque son noticia en la prensa de ese día.

Y yo me acuerdo que a uno de los más conocidos legisladores de la antigüedad, Dracón, célebre por la severidad de las penas que imponía, le preguntaron porqué proponía la pena de muerte para la más diversa clase de acciones, y el hombre contestó:

porque las más leves, me parecía que merecían la pena de muerte, y para las más graves, ya no me quedó otra pena que fuera mayor que ésa.

Lo que no suprimió los delitos en la época de Dracón, sino que debe haber hecho a los delincuentes o sospechosos de serlo, muchísimo más salvajes a la hora de rendirse y entregarse.

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En la Argentina se están dando dos cosas al mismo tiempo, una buena y una mala.

La buena, es que se desarrolló ampliamente el sistema de pasantías para que la gente que está iniciándose en una profesión pueda hacer sus primeras armas en algunas empresas de primera línea de su ámbito de actividad.

La mala noticia es la misma, porque esos mismos pasantes, al momento de querer desempeñar una función rentada, verán los pocos lugares disponibles bloqueados por otros pasantes.

Porque la pasantía puede ser un mecanismo perverso, si se usa en forma innoble para bajar y suprimir los costos.

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Hay una época en el desarrollo profesional en la que uno disfruta siendo explotado por una gran empresa, porque se siente parte del gran mundo.

Siente que el producto de su capacidad y de su talento es apreciado, aunque no sea apreciado, aunque sea modificado o ignorado por los supervisores o gerentes que nunca faltarán, pero sentirá que es apreciado si llega a haber algo de su tarea profesional en el producto final de esa empresa.

Lo que dura esa etapa es relativo, y depende de las características del medio, del momento y de la capacidad para aguantar eso que tenga la persona que está invirtiendo y también degradando su cuerpo y su alma en esa experiencia.

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Lo más preocupante de trabajar para otro que demuestra no apreciar el esfuerzo y la capacidad profesional de uno, sea que trabaje gratis o no, es que algo de ese desprecio puede llegar a convencernos y quedarse ahí, dentro nuestro, como convicción propia, innecesariamente, lamentablemente.

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Trabajar gratis tiene gastos explícitos e implícitos, lo que significa, en los hechos, tener que pagar para trabajar gratis.

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Pero en algún momento uno se pone a pensar que estar trabajando gratis es una excelente oportunidad para dejar todo eso y ponerse a trabajar gratis, pero para uno mismo, y desarrollar un producto o habilidades o un lenguaje propio.

O no hacer nada, que es una de las más hermosas cosas que se pueden hacer gratis, y sin gastos.

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Después de todo, quiero creer que las cosas más importantes que podemos hacer en la vida, todavía las hacemos gratis, y eso es grande, si es que las hacemos para nosotros, para los que queremos, y para los que se lo merecen por alguna verdaderamente buena razón.

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Aunque algunas de esas cosas las hacemos a veces gratis y a veces no, a veces pagamos por hacerlas, dándonos cuenta o no, pero eso es otra historia.