viernes 7 de junio de 2002

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Estaban asistiendo a un evento de esos en los que alguien habla y todos aplauden, alguien que se hacía cargo de una función, ese tipo de cosa.

Después de eso daban algo para tomar y algunas cosas chicas para comer, mientras la gente se saludaba y conversaba.

En todo ese ambiente, una mujer estaba hablando con un hombre, y queriendo preguntarle por su profesión o saber qué cosa hacía, le preguntó, utilizando exactamente esas palabras, qué hacía él en el mundo real.

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Tan misteriosamente como se había ido, apareció la gata entre expresiones de comprensible alegría de quienes la extrañaban día a día después de una semana o más de ausencia de esa casa.

Entonces ella le preguntó a él si estaba contento, y él le contestó que no se había puesto triste cuando se fué, y no se ponía contento cuando volvió.

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Se podía ver una enorme foto de una señora desnuda que tenía un cuerpo joven y toda la madurez en el rostro.

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El hombre que servía el vino debe haber desaprobado que devolviera la copa vacía y se llevara una copa con cerveza, porque dijo: es un buen promedio.

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Y el otro que era sociólogo encubierto, porque los vio tomando cerveza y les sugirió dirigirse al salón de al lado con estas palabras:

allá están sirviendo champagne, y ustedes tienen más pinta (apariencia) de ser del champagne que de la cerveza.

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En la Argentina, en el año 1982 hubo una corta guerra por las islas Malvinas, y los que entonces fueron soldados allí, con dieciocho años, y pudieron sobrevivir a eso, hoy tienen cerca de los cuarenta.

Cuando a uno de ellos le preguntaban algo sobre esos tiempos, contestaba:

¿de verdad quieren que les cuente?

a lo que muchos, pensándolo mejor, contestaban que no.

Otro, cuando le preguntaban si había estado en esa guerra, asentía y decía:

«a alguien le tenía que tocar»,

y le restaba toda importancia.

Y todos simulaban creerle que él le restara toda importancia.