domingo 14 de abril de 2002

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Ella se acostó a dormir la siesta.

Apareció a las dos horas diciendo que no había dormido nada, porque había un mosquito dando vueltas por ahí.

Y además dijo:

hay que dormir cuando duerme el mosquito.

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Cuando hay un bebé en la casa y uno quiere dormir, lo que tiene que hacer es dormir cuando duerme el bebé.

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Cuando hay un bebé en la casa y uno quiere hacer algo que realmente le interesa y le requiere atención y dedicación exclusivas, tiene que hacerlo cuando duerme el bebé.

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Estos criterios útiles tanto para dormir como para hacer algo se aplican no solo a los bebés sino también a los niños pequeños y a los adolescentes.

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También se aplican a los jóvenes mayores que no advierten que ya deberían haber dejado de ser adolescentes, y todavía se comportan como tales.

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También se aplican a los mayores que hablan todo el tiempo, o que escuchan la radio o que miran la tele sin parar.

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Los animales convivientes, en cambio, por lo general no molestan.

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Muchas veces pensamos en que hablando la gente se entiende, pero no es del todo así.

Es increíble a veces lo poco que puede transmitir la palabra en momentos en que verdaderamente haría falta llegar con el mensaje.

Podemos explicar a alguien solamente algo que por otro medio y por su cuenta ya ha comprendido, si no, es imposible llegar al otro.

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La fortaleza de ánimo en las personas puede ser considerada una virtud, salvo que se tenga en cuenta que a veces la fortaleza hace que los padecimientos de la gente fuerte se prolonguen innecesariamente por muchísimo más tiempo que los de la gente débil.

Algunos sufrimientos terminarán con la muerte, pero otros sufrimientos terminarán simplemente diciendo:

basta, ya tuve suficiente.