20.3.2015

​Peter Sloterdijk; Esferas 2​:

Resulta natural colocar en paralelo esta coincidencia, fundamental en estructuras de personalidad en el monoteísmo, entre autoposesión y posesión por otro con la diferencia, debida al derecho romano, entre posesión y propiedad, pues también un individuo que se posee a sí mismo y posee su vida ​de facto puede muy bien ser propiedad de otro: esto lo muestra el antiguo sistema de esclavos, así como la postura cristiana frente al Dios al que no por casualidad se le invoca hasta en tiempos modernos con los títulos litúrgicos de Ky​rye y Domine. Por eso en el código de​ Justiniano se puede inculpar al esclavo huido de un delito de autorrobo, ​furtum sui, es decir: mediante la huida de la esclavitud el mero poseedor de si mismo que​ría elevarse injustamente a la categoría de propietario de sí mismo (lo que, como es sabido, sólo consiguieron los proletarios de la temprana edad moderna)“. Del mismo modo, los no creyentes pueden considerarse delincuentes que se han robado a Dios, a su creador y propietario. En el código de Justiniano pod​í​an comprobar que el producto humano de robo no puede ser posesión de nadie, tampoco del propio ladrón, y siempre puede ser reclamado por el verdadero propietario“. Considerada bajo esta óptica, también la rebelión de Satán cumple los requisitos fácticos del autorrobo, dado que se hurtó al Dador del ser huyendo y llevando consigo un bien de otro. Estas circunstancias son las más favorables para la situación del apóstol cristiano, que pertenece a su Dios pero que puede esperar en el más allá ser copropietario de sí mismo: en ese condominio que la tradición llama paraíso. Menos favorable es la situación de servicio militar obligatorio de los mozos en la era del Estado Nacional burgués, que -como auténtico Leviatán- en caso de guerra hace valer sus derechos como propietario de sus ​vi​das y puede exigirles morir por la patria, como si se tratara del auténtico dador de vida, que puede reclamar lo que había prestado; de lo que se puede deducir, a propósito, una persistencia latente de las más toscas relaciones de posesión en el centro de la Modernidad política“.

​Peter Sloterdijk; Esferas 2​