lunes 30 de septiembre de 2002

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decía que escribía sus cosas diariamente porque de algún modo ya había empezado a ayudarlo la inercia;
tenía además el difuso sentimiento, que le quitaba algo de gravedad a todo el asunto, de que escribía más de lo que en general se podía leer en tiempos como éstos, con tanto que hacer, o con tanto conflicto con lo que no podía hacerse
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elegir la propia muerte le cabe a la minoría;
así ocurrió con ese profesor de artes marciales al que encontró muerto el otro profesor que se presentó a dar la clase siguiente;
el médico le había sugerido abandonar su actividad, y él habrá pensado que dejar lo que lo hacía feliz tampoco le daría vida eterna, así que les dijo a todos que moriría en su lugar de práctica
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en otro lugar de práctica de las artes marciales había un ordenanza, un encargado de la limpieza que entró allí con quince años, al que todos le decían Angelito;
cincuenta años después seguía allí y todos seguían llamándolo Angelito;
si este hombre hubiera practicado alguna cosa, hubiera sido uno de más antiguos, con todo ese tiempo y con los maestros importantísimos de todas las disciplinas que enseñaron allí;
un día Angelito pasaba ya de los sesenta años y enfermó casi a punto de morir, y todos pensaron que ese lugar habría de arreglarse en adelante sin él;
pero a los dos meses Angelito volvió de la muerte, a la que pareciera que no quiso aceptar para seguir con su trabajo de toda la vida;
solo para enterarse el día de su regreso que el lugar había sido vendido y que cerraría sus puertas para siempre