viernes 3 de mayo de 2002

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Uno debería tener cuidado con lo que dice.

Era un día en que su hijo mayor le contaba que iba a ser despedido de la empresa en la que trabajaba.

Entonces ese hombre le dijo todas las cosas que se espera que le diga un padre a su hijo en esas circunstancias.

Menos de un mes después de eso, al padre le tocó quedarse sin su propio empleo y sin muchas otras cosas.

Y el primer pensamiento de ese padre fue que en ese momento le iba a tocar estar a la altura de las cosas que le había dicho a su hijo ante una circunstancia similar, y poner en práctica cada una de esas cosas que había dicho.

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Cuando esa señora hablaba de las plantas que había en el patio de la casa decía de ellas:

mis plantas.

Y yo pensaba que debía ser algo bien imposible que una planta sea de alguien, convencer a una planta de eso, conseguir su conformidad para eso.

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La buena voluntad puede causar problemas como cualquier otra cosa.

Ese joven tomó ese trabajo para estacionar automóviles en el turno de la noche, y notó enseguida que todo estaba muy desordenado, que se desperdiciaba incomprensiblemente el escaso lugar que había, y se afectaba la buena circulación.

Una noche, aprovechando la tranquilidad ordenó todo perfectamente, de acuerdo a los tamaños, aprovechando al máximo el lugar disponible, dejando el lugar óptimo para la circulación.

Nunca se va a olvidar de la cara con que lo miró ese médico que se presentó el primero a las seis de la mañana, para retirar justo ese auto que estaba sepultado en el rincón más lejano e inaccesible, bloqueado por el resto de los vehículos.

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Tampoco pudo olvidar las caras con que lo miraron aquél al que le quiso cambiar un neumático que estaba perfectamente bien, rompiendo un tornillo por hacerle fuerza excesiva para apretarlo, ni la del señor que tenía un tapizado carísimo, al que él quemó por subir fumando al automóvil.

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Es perfectamente posible guardar en la memoria para toda la vida cada una de las caras que pusieron esas personas que lo han mirado a uno con ganas de matarlo y que en ese momento, por una u otra razón, no se han decidido a hacerlo.

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Ese hombre firmaba los mensajes a sus hijos con su propio nombre, lo que asombró a una persona que estaba allí presente, que esperaba que firmara como "papá".

Pero sucede que en la relación con los hijos uno los trata como padre, pero también los trata como persona, afuera de ese rol de padre, que por importante que pudiera ser, no es el único, y que además, no debiera comerse el resto.