lunes 10 de junio de 2002

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Los sueños son materia para construir la vida de todos los días, porque los vamos convirtiendo todo el tiempo en severas realidades concretas como la piedra.

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Quizás lo que nosotros leemos como fracasos son graduaciones, son certificaciones de sueños cumplidos que nos habilitan a pasar más allá de eso.

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Sentados en la comodidad de realidades satisfactorias al extremo no tendríamos ninguna clase de razón ni aliciente para pasar más allá.

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Estaba muy cerca de ese cuadro y veía manchas sin sentido.

Pero sabía muy bien que cada mancha sin sentido se veía integrada en una imagen perfecta desde la distancia adecuada para verlo, así que pensó cómo sería la mente de la persona que había hecho eso tan sin sentido para que transmitiera el mensaje.

Y después pensó que estos cuerpos pueden verse como acumulaciones de vísceras sin mayor sentido, que vivirán vidas sin sentido que harán honor a esa conformación y respetarán el sinsentido original, o bien, apreciados a la distancia apropiada dejarán ver el significado del mensaje.

Entonces, viendo noticias malas por todas partes, nos da la impresión de un mundo sin sentido y sin objeto, un mundo enloquecido, como el que muestran en las noticias de la televisión, o quizás en algunas óperas.

Quiero pensar que tenemos encima todo el equipamiento necesario para buscar la distancia apropiada, la mirada apropiada, para confiar quizás en ver acomodarse todo, y ver noticias buenas por todas partes.

O ver noticias como son, las noticias justas para que nos arreglemos con eso.

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Iba recordando la historia de ese hombre, que estaba con su hijo menor, de cuatro años apenas, en un pacífico lugar de veraneo en la costa atlántica del Uruguay.

Era la hora más linda de la tarde, casi anocheciendo, y estaban en la plaza del pueblo, se veía el mar desde lo alto, en tres de las cuatro direcciones.

En eso el niño sube a una escalera y desde bien alto cae para atrás, no estoy contando una tragedia.

Ese golpe le sonó terrible a ese padre que estando muy cerca no pudo hacer nada para evitarlo.

Pudiendo haberse quedado allí para siempre, ese niño se levantó y lloró y vivió.

Algunos años después de eso, ese padre tenía ya medio año sin ver a su hijo, y lo sentía junto a él, agradecía que no hubiera muerto entonces, y sospechaba fuertemente que así se hubiese muerto, lo sentiría vivo junto a él como lo estaba sintiendo ahora, que no lo veía desde hace medio año, ni sabía cuándo lo volvería a ver.