martes 22 de octubre de 2002

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se trabó en la puerta una de esas llaves de seguridad, y no podía sacar la llave, ni girarla para ninguno de los dos lados;
no quiso hacer fuerza por temor a tomper la cerrradura, y llamó a un cerrajero;
que cuando vino rompió la cerradura
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una muchacha de la policía federal puede conversar con esa vecina, sin importarle aparentemente que al mismo tiempo el radio transmisor portátil de la policía colgado en su pecho sólo un poco más alto que su corazón, estuviese diciendo algo;
y parecía mucho más interesante lo que decía la vecina, por más que la radio le hablase más fuerte y con más autoridad
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el paraguas es un objeto inservible cuando no llueve;
es decir, casi todo el tiempo
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lo lindo de ponerle mano a las cosas que se rompen en la casa es la satisfacción de verlas echarse a funcionar si es que uno ha tenido la suerte de arreglarlas;
lo feo es que cuando las cosas salen mal, y con todo el aparato desarmado, resulta muy desagradable y vergonzoso presentarse ante el técnico y suplicarle que lo arregle
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volaba esa bolsa de plástico de las que dan en los supermercados cuando se hacen las compras, volaba bien alto allá por las alturas todo ese rato sin caerse;
eso duró un tiempo bastante largo, hasta que al hombre, sorprendido, se le ocurrió anotar esto en un papel, para recordarlo a la hora de publicar;
y cuando apenas pasados unos pocos segundos que le llevó anotar cuatro palabras miró de nuevo hacia arriba, esa bolsa ya no estaba más;
no estaba, por más que mirara hacia todas las direcciones del cielo;
y ese hombre, aunque resulte extraordinario, creyó que la bolsa pudo haber pensado que una cosa era volar tranquilamente en pleno anonimato, y otra era que te publiquen tu vuelo en internet