jueves 13 de junio de 2002

*

Aristófanes. Las nubes. Editorial Columba.

Yo golpeé en el vientre a Cleón cuando estaba en el poder, pero no osé golpearlo de nuevo cuando cayó.

*

Interesa saber qué ponemos las personas para hacer posible la exclusión de nosotros mismos de las sociedades, y pensar un poco si hay alguna manera que no sea tener un día de furia para entenderse con las exclusiones.

*

El que calla otorga. Gracias a ese refrán pareciera entenderse que cualquier cosa que no ha sido discutida u observada, ha sido aceptada por uno.

Normalmente los gobiernos dan por cierta esa ilusión de aprobación implícita, ilusión que cae de golpe cuando se producen disturbios o protestas.

*

No parece haber sido a propósito, ni ser una consecuencia directa de los sistemas económicos, pero tener la posibilidad de poder poner todavía unas palabras en este monitor es una vía que podemos agradecer, aunque más no sea para que no pueda leerse que el que calla otorga.

Y para no juntar presión más allá de lo necesario.

*

Gente que no se conoce y nunca se conocerá colabora con su tiempo y su equipamiento en programas como el SETI, que analiza en forma descentralizada en computadores desparramados por todo el mundo señales del mundo exterior.

Hay resultados palpables de la colaboración entusiasta de gente que no se conoce y nunca se conocerá en el desarrollo de sistemas operativos de distribución gratuita y en muchas otras iniciativas.

No veo que haya ninguna diferencia sustancial entre esos ejemplos y la posibilidad de que gente que no se conoce y nunca se conocerá pueda idear un medio para vincularse y generar propuestas operativas para sus más importantes intereses sustantivos.

*

Pensando en el plano de las relaciones domésticas de las personas, uno puede preguntarse si los comportamientos expulsivos no pueden explicarse en parte por la actitud de los expulsados. Si no pueden explicarse en parte por dejar espacios, por dejar pasar primero al otro, por educación, por sensibilidad a las necesidades del otro, o por la razón que fuere, que hace que la persona que no defiende su lugar termine por perderlo.

*

Claro que también puede pensarse que una vida donde haya que mostrar los dientes para defender el propio lugar no valga la pena ser vivida, habiendo toda la ancha tierra donde pueda fundarse una realidad de iguales, o si eso no resultase, toda la ancha tierra para quedar con la única compañía realmente obligatoria en este viaje: la de uno mismo.