sábado 15 de junio de 2002
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El precio de mejorar lo existente, sirva o no sirva, es desarmar todo lo que existe, pasar por el territorio del vacío y del caos.
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Cada persona tiene varios mundos a su alrededor, correspondiente cada uno de ellos a sus distintos campos de pertenencia, actividad o interés, y los administra muchas veces sin que las otras personas que viven dentro de cada uno de ellos conozca y ni siquiera sospeche la existencia de las otras personas que habitan en los otros mundos.
A veces esa gente llega a conocerse entre sí por casualidad o por designio del destino en un evento mayor, sea un evento familiar o profesional.
Pero a veces la gente de los distintos mundos se sospechará como posible de conocerse, se intuirá, y sabiamente, con seguridad, lo dejará pasar, y dirá, no gracias.
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En un mundo nuevo no hay nada que sea obvio.
Para la persona que cruzó el océano y cambió de continente y dejó todo del lado de allá, cualquier gesto mínimo será el primero, y todas las demás personas que se vaya cruzando en la vida serán una sorpresa todo el tiempo, y aunque parezca que está hablando el mismo idioma que antes, cada palabra que diga o que le digan, parecerá nueva.
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Sentirá esa persona como si estuviera empezando de nuevo desde cero, como si todo el sacrificio de llegar hasta aquí hubiera sido para nada.
Como si fuera una vida nueva.
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Otra oportunidad.
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Otro cine. Otra película.