sábado 25 de mayo de 2002

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Boy (relatos de infancia) Roald Dahl. Alfaguara.

La vida de un escritor es un verdadero infierno comparada con la de un empleado. El escritor tiene que obligarse a trabajar. Ha de establecer sus propios horarios y si no acude a sentarse en su mesa de trabajo no hay nadie que le amoneste. Si es autor de obras de ficción vive en un mundo de temores. Cada nuevo día exige ideas nuevas, y jamás puede estar seguro de que se le vayan a ocurrir. Dos horas de trabajo dejan al autor de ficción absolutamente exhausto. Durante esas dos horas ha estado a leguas de distancia, ha sido otra persona, en un lugar distinto, con gente totalmente distinta, y el esfuerzo de volver al entorno habitual es muy grande. Es casi una conmoción. El escritor sale de su cuarto de trabajo como aturdido. Le apetece un trago. Lo necesita. Es un hecho que casi todos los escritores de ficción beben más whisky del que les conviene para su salud. Lo hacen para darse fe, esperanza y ánimo. Es un insensato el que se empeña en ser escritor. Su única compensación es la libertad absoluta. No tiene quien le mande, salvo su propio espíritu, y eso, estoy seguro, es lo que lo tienta.

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Joseph Campbell. Los mitos en el tiempo. Emecé.

Por eso se decía que en aquél entonces (esto sucedía en la década de 1930), la familia navajo tipo tenía un padre, una madre, un hijo y dos antropólogos.

En el Museo de Arte Moderno de Nueva York, hace unos años, un grupo de cantores navajos vino a mostrar pinturas de arena y cómo las hacían, y fue maravilloso observar a estos hombres tomando en las manos arena coloreada y haciendo con gran precisión sus maravillosas pinturas. Cuando las hacían, siempre dejaban en blanco un detalle. Entonces, cuando fueron dadas a artistas para que las copiaran y pudieran guardarse en el Museo de Arte Navajo, algo quedó fuera. Eso es para proteger a los que trabajan con la pintura del poder de ésta. Se supone que no deben tener su poder activado. Pues bien, hicieron una pintura en el museo y después les preguntaron: «No podrían terminar una pintura, completar ésta, por ejemplo?».

Ellos se rieron y dijeron: «Si termináramos ésta, mañana a la mañana todas la mujeres en Manhattan estarían embarazadas».

Joseph Campbell