13.7.2021.11

Mi abuelo, Bert Scoltock, sólo tenía dos chistes en su repertorio. El primero se refería al día de su boda con mi abuela, el 4 de agosto de 1914, y por tanto llegaba con medio siglo de repetición (y no de afinamiento): «Nos casamos el día en que estalló la guerra» (pausa seria), «¡y desde entonces siempre ha habido guerra!». El segundo lo alargaba todo lo posible y trataba de un tipo que entraba en un café y compraba una salchicha envuelta en hojaldre. Daba un bocado y se quejaba de que dentro no había salchicha. «Todavía no ha llegado», decía el dueño del café. El tipo daba otro mordisco y reiteraba su queja. «Acaba de pasar de largo», le contestaba el dueño: un remate que después mi abuelo repetía.

Nada que temer; Julian Barnes; Traducción: Jaime Zulaika Goicoechea