martes 18 de junio de 2002

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La ira puede aparecer en cualquier momento.

Estar libre de la ira puede ser un buen propósito, casi innecesario, porque no hay lugar en la vida diaria para la ira.

Se sobreentiende fuera de lugar entre personas civilizadas, en civilizaciones que han hecho su camino en materia de educación, represión y reflexión.

Pero la ira puede aparecer en cualquier momento.

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Los sueños hacían referencia a acciones cuyo resultado dependía de otros, donde la propia vida, su dirección, dependía de otros, y donde otra vez había esa posibilidad de caminar descalzo por las calles, de tener esa sensación de hacer algo que cabe entre lo posible y lo imposible, que es lo que tiene de propio el mundo de los sueños.

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Ese maestro de artes marciales es japonés y tiene esa forma de expresarse propia de quienes no terminaron de aprender el español.

Durante la clase hay un tiempo en que se practica con un compañero, y luego se cambia de compañero y se sigue practicando con otro. Dependiendo de muchos factores, a veces se cambia de compañero una vez, a veces más de una vez.

Y cada vez, antes de empezar a practicar, y antes de terminar de practicar con ese compañero, se hace una reverencia, una inclinación, un saludo.

Cada vez que quiere dar la indicación de cambiar de compañero, este maestro dice: saludamos cambiamos.

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Ese saludo al otro es un reconocimiento del otro.

El momento del saludo es una frontera, un límite, un momento muy mínimo en el que parece que no hubiera nada.

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Terminar algo. Poner una frontera visible. Agradecer al otro, si hay otro, por la terminación de algo.

Y si no hay nadie, agradecer también, como si hubiera alguien, porque en algún momento puede llegar a sospecharse que todo lo demás que existe fuera de uno, es el otro.

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Si fuera posible terminar algo y no hacer nada de inmediato, sería posible tocar el vacío, sentir la posibilidad de no hacer nada con ese espacio, el tiempo que pueda durar eso.

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Bromeamos con el saludamos cambiamos del maestro, y lo aplicamos a situaciones muchas veces graves y trágicas, como por ejemplo un divorcio.

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Y también lo aplicamos al tránsito entre la vida y la muerte.