miércoles 30 de julio de 2008

*
tomado del libro de Neal Stephenson; La era del diamante; Manual ilustrado para jovencitas; editorial Nova

Todavía no tenía un plan claro. Todo lo que sabía era que debía seguir moviéndose como si fuese a algún sitio. De esa forma los hombres jóvenes, que hablaban por los teléfonos móviles en las calles, seguirían mirándola pero la dejarían en paz. En el momento en que se detuviese o pareciese mínimamente insegura, atacarían.

(…) Lo importante, como Dojo le había enseñado hacía tiempo en otro contexto, era no detenerse; sin movimiento no podía hacer nada.