domingo 12 de enero de 2003

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Monopoly es un juego de tablero, en el que hay que recorrer un camino que tiene diversos casilleros, avanzando según el número que salga al tirar el dado;
en ese juego, cada jugador tiene dinero simulado con el que va comprando diversos bienes, que luego le permiten cobrarle peaje al otro jugador cada vez que pasa por allí;
es un juego arquetípico, donde se simula más o menos el escenario del capitalismo, más o menos enfatizado, con matices más o menos agropecuarios, industriales, comerciales o financieros, según las épocas y las culturas, y es un juego que ha recibido diversos nombres en distintas épocas y países, pero la historia que se cuenta allí es más o menos ésa;
la cuestión es que el joven de once años después de meses de no ver a su padre le había pedido jugar al Monopoly, y había perdido ya un partido con el padre un día, y también al siguiente; cosas de la suerte o de la mala suerte, y estaba pidiendo jugar de nuevo al tercer día, lo que asombró a su tío, impresionado porque no quiso acompañarlo al circo con tal de quedarse jugando al Monopoly con el padre;
fue allí cuando el padre le dijo al tío: ¡jugar al Monopoly, qué antigüedad!;
a lo que el joven aclaró que lo que él buscaba era la revancha, por haber perdido dos días seguidos;
y el tío entonces dijo: ¡la revancha, eso sí que tiene antigüedad!