martes 14 de enero de 2003

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el hombre llegó a la casa para retirar una heladera que llevaría al taller para repararla;
la señora de la casa quiso saber si el hombre del transporte estaba empleado por el técnico que reparaba las heladeras, y el transportista, en lugar de decirle simplemente que no, le dijo:
yo no trabajo para nadie
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su madre anciana hablaba y hablaba, en general sobre cosas que ya le había contado antes en más de una oportunidad;
escuchó como a la distancia, como palabras envueltas en la niebla, que su madre le decía que las nietas de su hermano mayor estaban grandes;
automáticamente se encontró preguntando: ¿están grandes?;
error; su madre sospechó algo porque le preguntó a su vez:
¿cómo, no viste las fotos ?;
sí las vi, mintió rápidamente, y hubo un segundo donde toda la desatención de él y su desinterés por las historias quedaron al desnudo completamente, sin atenuantes;
pero fue solamente un único interminable pero también fugaz segundo, porque su madre siguió adelante con todo lo que tenía para contar, que era mucho
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se perdió un perro, había una larga descripción, y el título del cartel que habían pegado en las calles decía:
se busca un perro llamado Tango
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en Buenos Aires, cuando se quiere expresar que el personal doméstico duerme en la casa donde presta servicios, se dice que trabaja con cama adentro;
y la dueña de casa, que se encontró de pronto con que sus hijos contrataron una señora que la acompaña de día y de noche por sus problemas de salud, contaba esta historia acerca de la empleada;
me fastidia porque siempre se queja de que ella antes estaba en otra posición, trabajaba y siempre volvía a dormir a su propia casa con su familia, y nunca antes tuvo que trabajar como ahora, con cama adentro. ¿por qué se queja? ¿qué le falta?;
y esta señora, clavada en su propio rol, no podía advertir lo que es tan evidente, que cuando una persona está con cama adentro le falta todo lo que quedó del lado de afuera; es decir: todo;
pero quizás esta ceguera para lo evidente no sea debida a falta de sensibilidad por el otro, sino a marcada sensibilidad para lo propio, que parece lo mismo, pero supone alguna diferencia fina de matiz;
para decirlo en el idioma local, esas cosas pasan con la gente que está muy concentrada en atender a su propio ombligo