7.7.2022

Un poco más tarde, acompañé a Normandía a un valiente oficial aquejado de fiebre cerebral. Se nos hospedó en casa de un campesino: una vieja colgadura, prestada por el señor del lugar, separaba mi cama de la del enfermo. Detrás de esta colgadura se sangraba al paciente; para aliviar sus sufrimientos, lo sumergían en baños de agua helada; esta tortura lo hacía tiritar, con las uñas azuladas, el rostro amoratado y contraído en un rictus, los dientes apretados, la cabeza calva, una luenga barba que le colgaba de su barbilla en punta y que hacía las veces de vestido a su pecho desnudo, flaco y mojado.

Cuando el enfermo se emocionaba, abría un paraguas, creyendo ponerse así a cubierto de sus lágrimas: de haber sido un medio seguro contra el llanto, habría que levantar una estatua al autor del descubrimiento.

Mis únicos momentos buenos eran aquellos en que iba a pasear por el cementerio de la iglesia de la aldea, que se alzaba sobre un cerro. Tenía por compañeros a los muertos, a algunos pájaros y al sol que se ponía. Soñaba con la vida de sociedad de París, con mis primeros años, con mi fantasma, con esos bosques de Combourg de los que estaba tan cerca en el espacio, pero tan lejos en el tiempo; volvía al lado de mi pobre enfermo: era un ciego guiando a otro ciego.

¡Ay, un golpe, una caída, una aflicción moral son capaces de arrebatar su genio a Homero, a Newton, a Bossuet, y estos hombres divinos, en vez de despertar una profunda compasión, un pesar amargo y eterno, podrían provocar una sonrisa! Muchas personas que he conocido y amado vieron trastornarse su razón a mi lado, como si fuera yo portador del germen del contagio. No me explico la obra maestra de Cervantes y su cruel humorismo más que por una triste reflexión: considerando al ser en su totalidad, sopesando lo bueno y lo malo, se estaría tentado de desear cualquier accidente que condujera al olvido, como una forma de escapar de uno mismo: un borracho alegre es una criatura feliz. Dejando aparte la religión, la felicidad consiste en ignorarse y llegar a la muerte sin haber sentido la vida.

Volví con mi compatriota completamente curado.

Memorias de ultratumba; Chateaubriand
Traducción Monreal