martes 28 de enero de 2003

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en esa casa no había un misterio muy grande, pero sí había un misterio;
las puntas de los cuchillos aparecían dobladas; solamente eso, pero era por completo inexplicable, como deben ser los verdaderos misterios
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la sonrisa de la señora del banco era una hermosa sonrisa verdadera;
si uno la miraba durante unos minutos, podía ver que ella recibía con su mejor sonrisa a cada uno de los clientes que atendía en ese mostrador;
pero había algo raro en esa sonrisa, algo particular, indefinible, que sólo podía comprenderse muchos días después de haberla visto;
la sonrisa era brevísima, y lo que seguía a eso era la expresión de alguien que nunca en su vida se hubiese sonreído
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contaban de ese joven el criterio que empleaba mientras estaba de viaje para administrar su ropa, que durante ciertos períodos estaba un poco alejada de los lavados;
se vestía poniéndose la ropa que estaba relativamente más limpia
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se presentó a practicar artes marciales un joven con una cadenita en el tobillo, y en la cadenita tenía una chapita circular que seguramente diría algo;
esa chapita le hizo recordar a unas chapitas que daban en los guardarropas de algunos lugares donde uno iba a hacer natación, con el número del casillero donde había quedado la ropa que uno dejaba;
y también se le presentó la imagen de los cadáveres en la morgue, con el clásico cartelito atado al dedo gordo del pie, que muestran en las películas que tratan sobre homicidios
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dijo Groucho Marx:
No hay nada más importante que la libertad.
Salvo una buena cerveza un día de mucho calor.