jueves 25 de junio de 2009

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usted entraba en la terminal de ómnibus de Buenos Aires en la noche del muy frío invierno y veía claramente lo que parecía la consecuencia del terremoto, al que hubiera seguido la enorme crecida del ancho Río de la Plata que hubiera inundado casi todo, con su secuela de enfermedad y colapso económico y social;
gente durmiendo precariamente por todo el piso, apenas tapados con alguna delgada manta, cientos de ellos, y los que estaban en posición aproximada a sentados sobre los asientos eran de la misma clase de gente que no esperaba ómnibus porque no esperaba nada, esperaba apenas que se terminara la noche y que amaneciera un día de sol;
pero no hubo terremoto ni inundación pero sí se veía la secuela como si los hubiera habido, mientras por todos lados en la misma terminal, las fotos sonrientes de los candidatos a las elecciones locales por celebrarse en esos días, pedían el voto de esos mismos ciudadanos para mantener los logros obtenidos y persistir en la clara recuperación