miércoles 11 de septiembre de 2002

*

El transporte público detuvo su marcha y no se ponía en movimiento después que hubieron descendido por la puerta trasera del vehículo todos los pasajeros que bajaban en esa parada.

El conductor estaba conversando por la puerta delantera abierta con alguien que estaba en la calle, y casi nadie podía saber de qué trataba esa conversación, que duró varios minutos, hasta que uno de los pasajeros que estaba más próximo y podía oír, se acercó a uno de los asientos del vehículo y dijo: aquí está durmiendo, y señaló a un niño de unos doce o trece años de edad.

Entonces volvió a subir uno de los pasajeros que había bajado, mientras el vehículo reiniciaba su marcha.

En la siguiente parada bajaron los dos, el niño y el hombre que había vuelto a subir, que podría ser un padre o un abuelo, y volvieron caminando ambos hacia la parada anterior.

Y los que veían eso, por primera vez en la vida vieron cómo era eso de olvidarse un niño al bajar del transporte, pero con alguna reacción tardía, aunque suficiente para recuperarlo a tiempo.

Cosas de la vida real que parecen increíbles, que están pasando todo el tiempo para que uno las vea.

*

Acá mismo más arriba se acaba de escribir un disparate mayúsculo:

Que en el transporte público había un niño de doce o trece años.

Cuando cualquiera que haya sido varón de doce años sabe perfectamente que a esa edad lo que hay allí no son niños ni nada que se les parezca ni siquiera remotamente.