sábado 26 de enero de 2002

Se llama Inspector Morse y aparece muy raramente por un canal de cable. Es una producción muy inteligente, con fotografía y música excelentes, y las cosas ocurren generalmente en el ambiente de Oxford, que se ve muy lindo, pero tiene lo suyo, porque todo el tiempo ocurren crímenes allí.
Y todo esto lo estoy diciendo porque en la película, Morse hablaba desde lejos con una señora que estaba por suicidarse por considerarse cómplice y culpable de un crimen horrendo. Y Morse, con toda su calma le decía:
Señora, no es una cuestión de culpa, es una cuestión de responsabilidad, de hacerse cargo de las consecuencias de los propios actos, y de aclarar todo lo que sucedió, hasta el final.
Y yo me quedé pensando en que la culpa nos evita la responsabilidad.

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Y estuve soñando con cosas que no vienen al caso. Y en el sueño había unas monedas en el piso, en un paquetito. Serían cuatro o cinco monedas. Y en el sueño las tomé, las miré y las dejé. Y ahora estoy escribiendo y pienso que si no las hubiera dejado, tendría unas lindas monedas del país de los sueños para ir mostrándoselas a todos.

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En el marco de la indefinición y de los problemas que surgen cuando las economías son inestables, es muy difícil hacer contratos entre las personas, con el objeto que fuese.
Y yo descubrí una cosa cuando trabajaba como abogado, y es que cuando uno no tiene ninguna base para programar nada, todavía puede hacer algo.
Y si uno hace el contrato que fuere, y realmente no sabe lo que va a ocurrir mañana, porque no tiene forma humana de saberlo, entonces puede poner una cláusula que diga que cualquiera de las partes en cualquier momento, con o sin cierta anticipación, puede dar por terminado el contrato sin necesidad de alegar ni probar nada, ni de pagar ninguna indemnización, por supuesto dejando a salvo los efectos cumplidos. Parece una tontería, pero funciona.
En los contratos donde las dos partes se necesitan, eso funciona de maravillas, porque cada uno sabe que allí donde se abuse, el otro se retirará, y si el otro es el que se abusa, entonces será uno el que se retire. Y también hace posible ir renegociando todo el tiempo.
Además, con esa cláusula se evita tener que exagerar en las precauciones.

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Muchos de los problemas que tenemos en la vida los aporta nuestra resistencia a perder. Y es terrible darse cuenta cuando uno es sincero, de que muchas veces uno se resiste a perder lo que cree que tiene, pero quizás nunca tuvo, o quizás hace ya largo rato que ha dejado de tener.

Se llama Alvarez y es peluquero, venido hace muchísimos años de Galicia, España. Y confieso que aprecio la enorme sabiduría de este hombre y su forma de ver la vida. Y este hombre me dijo; hay un dicho judío; hay que perder para aprender.