jueves 24 de diciembre de 2009

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Philip K. Dick; Algo para nosotros, temponautas
Tan cansado como yo, pensó Addison. Y al darse cuenta del paralelismo se sintió mejor. Porque venía a demostrar que estaba en lo cierto.
Gruesas gotas de lluvia golpeaban contra el parabrisas. Había empezado a llover muy fuerte. Esto le gustó.
Le recordaba una de las experiencias más emocionantes que había tenido durante su corta vida: la procesión de su propio entierro, cuando avanzaba lentamente a lo largo de Pennsylvania Avenue, con las banderas cubriendo los féretros.
Cerró los ojos, se recostó en el asiento y por fin se sintió bien.
Escuchaba en torno suyo las lamentaciones de los asistentes al desfile. Y algo dentro de su cabeza soñaba con la medalla del Congreso. Concedida al cansancio infinito, pensó. Una medalla especial por estar cansado.