jueves 27 de junio de 2002

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Hay gente que considera una pérdida de tiempo jugar en la vida de adulto. La gente que piensa así es la gente que no juega.

Jugar a algo es una de las formas de hacerle lugar a lo inútil.

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Quien haya jugado a ciertos juegos en computación en los que haya que utilizar más o menos alguna habilidad mental y en los que no se sepa en cierto momento si se ha llegado al final por imposibilidad de hacer ninguna otra cosa, agradece esa gentileza que tienen los programadores de colocar un cartelito del estilo de:

Lo siento, no hay más movimientos posibles.

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Es cierto que uno a veces ha puesto un cierto tiempo y esfuerzo y deseo y obstinación, y le fastidia en extremo ese cartelito o alguno similar, pero también lo agradece, porque le evita seguir en partidas que están terminadas, aunque no se sepa todavía.

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El tipo de cartel: lo siento, no hay más movimientos posibles, es muchísimo más útil todavía por omisión.

Quiero decir con esto que cuanto más intrincado aparece el panorama en el juego, cuanto más estancado y desesperante, podemos contar con que estamos en carrera porque todavía no apareció el cartelito ese.

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Yo pensaba que en el campo de lo que parece la realidad, tenemos una demostración de gentileza del programador en ese cartelito, no más jugadas posibles, que sería el adiós que decimos a esta vida, con ganas o sin ellas, en algún momento del juego.

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Y pensaba también que aunque la vida muchas veces no parece ser ningún juego, mientras no aparezca el cartelito, quizás sea porque tengamos jugadas a disposición.