sábado 29 de marzo de 2003

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eran los clientes típicos de esa gran frutería, la señora que miraba y compraba, y el señor que de cuando en cuando sugería alguna cosa, lo que le dió a esa señora el derecho de tomar una ciruela y probarla, es decir, pasarle la mano por encima para sacarle un poco la tierra y pegarle un mordisco;
la probó ella, y le dió a probar a él, y aprobaron la ciruela y decidieron allí mismo comprar un kilo de hermosas ciruelas, o quizás fueron dos kilos, no recuerdo bien;
lo que sí recuerdo muy bien y creo que nunca olvidaré, fue que la señora con el mordisco que dió se llevó a su boca la mitad de la etiqueta de papel, pequeña, pero muy evidente, que tenía esa ciruela, y el señor, en el siguiente bocado, se llevó la otra mitad;
y uno nunca terminó de saber a tiempo si debió haber avisado a esa gente o no