lunes 1 de julio de 2002

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Volvía tarde de noche y vio la cara de la señora que alimentaba los gatos.

En lugar de ver la típica señora alimentando gatos de la calle, como se ve que debió haber imaginado, la vió como una señora real, bien vestida, que nunca hubiera parecido de la clase de persona alimentadora de gatos de la calle.

No pudo evitar pensar que esa señora debía estar mal de la cabeza, que estaría mejor esa preocupación alimentaria para orientarla a la gente sin hogar o con necesidades, en fin , toda una serie de pensamientos automáticos que no pidió, que no quiso tener, pero que le pasaron uno tras otro por su mente en el segundo que le miró los ojos al pasar.

Justamente al seguir caminando hacia la siguiente esquina, vio un automovóvil de la policía y enfrente, un tumulto de gente, en la esquina de una escuela, y se veían los carritos de la gente que vive de la basura que los otros dejan, y había muchísima gente allí, y muchos niños para las diez de la noche de invierno.

Siguió caminando sin saber y sin querer saber qué pasaba, pero no pudo evitar saberlo.

A la media cuadra de allí pasó a su lado la señora de los gatos, llevando un perro que antes no había visto, y hablándole sin detenerse, nunca se detuvo en toda la conversación. Le dijo directamente a él, mientras caminaba, dándose vuelta al hablar y alejándose:

La cooperadora (la asociación de padres de los alumnos de esa escuela) da un sandwich y algo caliente a la gente en esa esquina, vaya si quiere y le dan un sandwich, lo hacen todos los miércoles a las diez de la noche.

El hombre le dijo, ¿comer una vez por semana?

A lo que la señora, ya definitivamente lejos le contestó: por algo se empieza.

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De Carlos García Gual, presentación del libro Sobre la felicidad, de Epicuro. Editorial Debate.

En la tradición occidental, que comienza con los griegos, hallamos pronto algunas máximas de perenne validez. Recordemos sólo dos, muy características del pensamiento clásico. La primera, atribuida a uno u otro de los siete Sabios y grabada en el atrio del templo de Apolo en Delfos, reza:

conócete a ti mismo

La segunda, una máxima de origen aristocrático, es la frase formulada por el poeta Píndaro, que dice:

Ojalá llegues a ser el que eres

Carlos García Gual.