jueves 4 de julio de 2002

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Vio ese cartel afuera de la carnicería y entendió que habían bajado un escalón más en la crisis, cuando supo que allí vendían grasa por kilo, que antes se tiraba, porque no había quien la quisiera para nada.

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En la Argentina adelantaron otra vez la fecha de las elecciones, y yo pensé que a fuerza de adelantarla tan seguido pueden llegar a poner la fecha en el pasado sin darse cuenta.

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En toda crisis hay quienes trabajan por resolverla, entendiendo que su función es restablecer el orden. Y también están los que la favorecen, entendiendo que el orden debiera ser sustituido o modificado.

Alternativamente estaremos en una u otra disposición de ánimo, según creamos que tengamos o no todavía algo para conservar o para ganar.

También está la otra clase de gente, la que maneja los tiempos.

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En esa tensa y muy importante negociación estaban reunidos los respectivos equipos técnicos.

A la reunión, luego, esa misma noche, se incorporarían los responsables respectivos de los sectores enfrentados por muy diferentes intereses.

En un intervalo, a la una de la madrugada, los técnicos de una de las partes estaban informando al respectivo responsable, un hombre muy sabio por cierto, y entonces tuvo lugar este diálogo:

-¡Pero si insistimos en decirles que no a todas las cosas que piden, se va a armar lío!

A lo que el hombre, sonriendo, respondió:

– Es que si no se arma lío yo no lo puedo arreglar.

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Las crisis tienen tiempo de preparación, y resolución, como si fueran los tiempos de preparación para una comida.

Lo que pasa es que los tiempos no son los mismos para todos, dependiendo de la cercanía del fuego en la que se encuentre cada uno.

Alguna gente, según su oficio, o su función, distingue más o menos sabiamente el grado de las tensiones, y las va regulando, entre lo tolerable y lo intolerable, si es que las cosas no se les van de las manos.

Quizás hagan eso sabiendo que parece haber una ley que dice que si no se arma un buen lío tal vez no haya nada que podamos arreglar.