viernes 6 de junio de 2003

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cuando alguien lleva a reparar una vieja cerradura, en la Ciudad de Buenos Aires le dirán que la deje, y que la pase a buscar más tarde;
en ese punto es aconsejable preguntar más o menos cuánto podría costar la reparación, a lo que el cerrajero contestará; seis o siete pesos;
cuando uno se presenta a la hora señalada, sin necesidad de decirle una palabra, el cerrajero le mira la cara, pone la cerradura sobre el mostrador, hace un brevísimo comentario técnico sobre el trabajo realizado, toma el dinero y entrega el vuelto;
ese momento tiene su parte extraordinaria, porque hay una comunicación sin palabras la segunda vez que uno va a cualquier lugar a retirar algo convenido, es una virtual vacación de la obligación de tener que comunicarse siempre, tanto si uno quiere o puede hacerlo, como si no;
y cuando cobra, cobra siete pesos, nunca serán seis