martes 10 de junio de 2003

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Christian de Bartillat, conversaciones con Henry Miller, Granica editor.

– En el coloso de Maroussi, usted encuentra a un astrólogo. Le anuncia que vivirá indefinidamente.
– Si, no moriré jamás. Es lo que dijo, me acuerdo. Me impresionó mucho.
Era un pobre ciego, inculto, pero tenía sus grandes libros, con ilustraciones en griego, en árabe, en hebreo y en otros idiomas.
Los consultaba, luego se acercaba a mirarme, estrechaba mis manos, se arrodillaba adelante de mí.
Fue un momento fantástico. Y mi amigo, que era un escéptico, y se divertía mirando todo aquello, también quedó, finalmente, estremecido.

– En las tragedias griegas las mujeres no expresan particularmente la dulzura de vivir.
– Son monstruos, como las mujeres de las antiguas mitologías.
A menudo son peores que los hombres -es verdad-, y quizás sea un resabio de la época matriarcal, cuando las mujeres eran dueñas de la ley.
En realidad, las Amazonas debían ser terribles, y sé personalmente que, cuando encuentro una mujer furiosa, debo huir o tener mucho cuidado.
Hablando, puedo apaciguar la cólera de un hombre, pero no la de una mujer. Esta volverá siempre con una idea fija, tras una sola pista, como decimos.

Christian de Bartillat, conversaciones con Henry Miller, Granica editor.