jueves 31 de julio de 2003

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la cajera del pequeño supermercado, en ausencia del dueño, debía ser la persona de más jerarquía en el lugar;
era muy fácil darse cuenta de eso porque normalmente es muy cuidadosa en la atención de los clientes, a los que trata con suma cordialidad;
en cambio, en su quizás muy breve momento de poder, repartió píldoras gratis de un analgésico de marca ignota a dos de sus compañeros de tareas, en un lugar donde todo se cobra a los empleados, leyéndoles dos veces, mientras un cliente esperaba, todas las bondades que, según el prospecto, tenía ese producto