domingo 10 de febrero de 2002

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Ella está dudando en la mitad del salto.

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Hay una cuota de energía disponible para la vida. Cuando uno es grande siente que la energía disminuye.
Y se hace selectivo a la hora de meter su energía en alguna cosa. Y si aprendió algo, aprendió a apuntar. Pero la verdad es que no siempre mostramos ni puntería ni selectividad irreprochables, lo que es una verdera lástima, por el tiempo y la energía que nos toca invertir.
Y si uno terminó de apuntar, bien o mal, o si tiró de primera intención, sin apuntar en absoluto, ya después dará igual, porque si con los años uno aprendió algo, aprendió a arriesgar, a apostar, a arriesgar apostando y a apostar arriesgando.
Porque sin arriesgar no se puede afrontar el salto.
Uno se quedaría dudando en la mitad del salto. Como quien se queda con un pie en el muelle y un pie en el bote, y termina en el agua, como sucede en las películas cómicas y también en la mismísima vida real.

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Lo que no se puede resolver, todavía se puede aplazar o se puede aguantar.

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Sucede que en clase de artes marciales se hace una fila antes de la práctica, y a veces en la fila se forman los practicantes ordenados según la antigüedad que tengan en la práctica. Y en esa escuela de artes marciales se practica el primero con el último de la fila, el segundo con el anteúltimo, y así sucesivamente, y así se forman los pares que practican juntos en una gran parte de esa clase.
Y se puede observar que practicando el más adelantado con el más nuevo se da un promedio, donde cada uno de ellos pone su parte para que la práctica resulte adecuada.
Luego se cambia de nuevo, y se dan combinaciones más al azar, o se eligen los compañeros según las preferencias personales, la buena o la mala suerte, o el más puro azar.
Cuando una persona tiene más experiencia, se encuentra a veces con que su compañero está haciendo algo raro, lo que parece un error evidente en la práctica. Si uno no se apura a decirle nada y lo observa con atención un rato, puede advertir muchas veces que ese error lo está cometiendo uno mismo sin advertirlo, y el compañero, con la mejor voluntad, está copiando textualmente lo que ve.
Y hay que tener cuidado porque otras veces eso raro que uno está viendo, es alguna cosa fina de la técnica que el profesor mostró, y que el compañero principiante copió textualmente, y que uno no pudo advertir, pensando que esa técnica ya la había visto antes, en lugar de comprender que se trataba de algo nuevo.
Estas cosas son las que advierten sobre el valor enorme de la mirada del principiante, con su asombro ante el mundo, como forma de tocar un mundo nuevo cada vez.
Y uno de los grandes maestros; Saotome sensei, explicaba así el saludo, la inclinación, que se hace ante la imagen del fundador del arte marcial, los maestros, los compañeros, todo el tiempo:
Es una muestra de reconocimiento a esa chispa de la inteligencia universal que mora en cada uno de nosotros.

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Parece una pérdida de tiempo para el que nunca va a tener contacto con las artes marciales echar una mirada sobre estas cosas, pero en realidad, lo que se hace allí es compartir un espacio sagrado.
Y la verdad es que somos dueños de marcar un espacio sagrado donde queramos.
Somos dueños de hacer un espacio sagrado de cada cosa que hacemos, de cada ámbito que frecuentamos. Y de extenderlo tanto como todo el ámbito de la vida, con lo que pierde todo sentido diferenciar nada adentro de eso, ni enfatizar, ni elegir, porque todo queda bañado de una peculiar calidad.
Así tocamos ámbitos hasta recién vulgares y los vemos y los vivimos como sagrados, y así será como los veremos y viviremos, así de fácil, o de difícil.
Parece increíble esto, por eso quizás volvamos sobre este tema alguna vez, o quizás no.