miércoles 20 de agosto de 2003

*
ninguna de las personas que estaban sentadas comiendo en el restaurante daba la menor importancia a las imágenes del enorme televisor que mostraban un incendio monumental;
en otro lugar sucedía lo mismo con imágenes de lo que podía ser un atentado de grandes proporciones;
es posible que la televisión haya podido por fin anestesiar las emociones, o quizás haya logrado que no demos crédito a nada de lo que nos muestra;
y también es cierto que la televisión no nos entra para nada, si es que tenemos algo mejor que hacer